sábado, 3 de mayo de 2008

ABDERRAHMÁN III

( 890-961 ). Emir independiente de Córdoba y primer califa español, nieto de Abdalá ( Abd-Allah ), a quien sucedió en 1912, e hijo del primogénito de éste, Mohamed, que, por orden del mismo Abdalá, habia sido asesinado por su hermano Motarif. Enfrentado en los primeros años de su reinado con la rebeldia de parte de sus súbditos, acaudillados por Omar-ben-Hafsún, que, sublevado ya en el reinado de su antecesor, se habia erigido en dueño y señor de casi toda Andalucia, no siguió con ellos la politica tortuosa de su abuelo, sino que, en un alarde de magnanimidad y justicia, prometió el más amplio perdón a los que, deponiendo las armas, le devolvieran sus castillos y ciudades y anunció el castigo más ejemplar a los que le negaran obediencia. Con esta sabia politica consiguió, a poco de morir su abuelo, la rendición de Écija y los castillos de Sierra Nevada; poco después, de Sevilla, Carmona, Orihuela y Niebla. Muerto Omar-ben-Hafsún en 917, continuaron la resistencia sus hijos hasta 928, en que capituló Barbastro, que durante 50 años habia desafiado el poder de los emires. El 16 de enero de 929, rompiendo toda dependencia formal con Bagdad, asumió el titulo de Principe de los Creyentes y Defensor de la Fe, vinculado al de Califa. A la rendición de Mérida y Badajoz siguió la conquista de Toledo, con lo que el nuevo califa impuso su hegemonia a toda la España musulmana: árabes, berberiscos y españoles. A los ataques de Ordoño II de León, que en los años 914, 916 y 918 asoló los territorios musulmanes, respondió con una incursión de represalia, en la que su hágib Badr obtuvo la victoria de Mindonia. Dos años más tarde el mismo Abderrahmán, al frente de sus huestes, se apoderó de Osma, destruyó el castillo de San Esteban de Gormaz y venció a los reyes de Navarra y León, coaligados contra él, en la batalla de Valdejunquera, donde se hizo con un botin inmenso. Al año siguiente, Ordoño II llegó a las puertas de Córdoba y en 923 se apoderó de Nájera, mientras el rey de Navarra se hacia dueño de Viguera. El califa vengó estas derrotas con una incursión a sangre y fuego sobre Pamplona. En Mauritania hizo reconocer su soberania por el principe rifeño Nekor; el mismo acatamiento hubieron de prestar en 929 los estados de Argel y Orán. El nuevo rey de León, Ramiro II, aprovechando la circunstancia de haberse sublevado una vez más Toledo, corrió en su ayuda, subyugó Madrid y venció a los musulmanes en Osma. El califa paró el golpe invadiendo de nuevo Castilla y destruyendo Burgos y otras fortalezas. Para hacer frente a la nueva amenaza, Ramiro II formó una coalición con la reina regente de Navarra, Tota, el gobernador de Zaragoza, Mohamed Ben Hachim, y el Conde de Barcelona, coalición que fue vencida en 937 con la pérdida de Zaragoza, que pasó a poder de Abderrahmán. Continuó éste en 939 su avance hacia el Norte, pero, abandonado de los nobles musulmanes, descontentos porque habia confiado el mando de sus huestes al eslavo Nadja, sufrió tremenda derrota en la batalla de Simancas. Perseguido por Ramiro II hasta Alhandega, quedó tan mal parado que a duras penas pudo escapar con vida mientras perdia la suya su general en jefe. En 955 firmó con los cristianos, divididos por las querellas intestinas que se suscitaron bajo Ordoño III y el conde castellano Fernán González, un tratado de paz. Como el nuevo rey leonés Sancho I " el Craso " se negara a entregar las plazas estipuladas por el tratado de paz, el califa envió contra él a su general Ahmed, que lo redujo a mandamiento. Destronado Sancho por Ordoño " el Malo ", se refugió en Navarra, gobernada a la sazón por su abuela, la regente Tota. Ésta, apelando a los buenos oficios de Abderrahmán, pidióle un médico para curar la obesidad de Sancho y un ejército para reponerlo en su trono. El califa hizo ambas cosas. Envió a Pamplona al médico judio Hasdai - gran politico y diplomático, que curó a Sancho y logró que éste, con su abuela y su tio, el rey de Navarra, visitaran a Abderrahmán en Córdoba - y mandó un ejército a conquistar León para Sancho. Abderrahmán, tras haber enviado un nuevo ejército a talar Susa y Tabarca, en el Norte de África, murió dos años más tarde. Su reinado contituye el apogeo de la dominación musulmana en España. Administrador excelente, repuso el tesoro que habian agotado sus antecesores y dejó en las arcas públicas 20.000.000 de monedas de oro. Incrementó el comercio, creó una marina poderosa que se hizo con la hegemonia del Mediterráneo y fomentó la agricultura, la industria, la literatura y la enseñanza. La fama de su grandeza le granjeó el reconocimiento de todos los principes, muchos de los cuales - Hugo de Provenza, rey de Italia, el emperador de Oriente Constantino VII y los reyes de Alemania - enviaron a Córdoba, que con su medio millón de habitantes se convirtió en una de las ciudades más espléndidas del mundo, representaciones diplomáticas. Entre sus descendientes figuran Abderrahmán IV Mortadha, proclamado califa en 1018 y asesinado en 1019, y Abderrahmán V, proclamado en 1023 y asesinado en 1024.

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